Los niños desarrollan una capacidad muy importante en el descubrimiento del mundo. La permanencia del objetivo es esencial para la representación de la realidad. De este modo, la existencia de un objeto no depende de ser percibida por el sujeto. Cada cosa tiene su propia entidad, es decir, existe por sí misma. Pues bien, la permanencia del objeto está relacionada con esta cuestión. Hace referencia al proceso a través del que el niño sabe que aquellos elementos que quedan fuera de su campo visual siguen existiendo.
El niño adquiere una representación más precisa de la realidad
Durante las primeras semanas de vida, por el contrario, el bebé se centra en el entorno más inmediato. El proceso entre ambos momentos es gradual y paulatino. Existen juegos que están directamente vinculados con la permanencia del objeto: el escondite es una propuesta de ocio tradicional.
La permanencia del objeto se desarrolla de forma plena en torno a los dos años de edad. Y esta capacidad también influye en la respuestas emocionales que el niño experimenta en su interacción con el entorno. La representación de la realidad es más precisa y, en consecuencia, percibe con más nitidez la separación de sus figuras de referencia.
La experiencia de la separación cambia
El ámbito de lo real no se reduce, únicamente, al entorno más inmediato: aquel que se percibe a través de la vista. El niño tiene una comprensión del mundo que va más allá de la información recibida directamente por medio de los sentidos. Si un artículo está escondido, el niño toma la iniciativa para buscarlo. Sabe que el producto está presente aunque no lo observe directamente. Del mismo modo, cuando una figura de referencia para el niño sale por la puerta de la estancia en la que este se encuentra, el bebé sabe que la despedida es temporal.
La permanencia del objeto, una habilidad descrita por Piaget, ocupa un papel esencial en relación con el desarrollo cognitivo.