La velocidad, la prisa y la urgencia por los resultados son factores que, con frecuencia, condicionan el estilo de vida adulto en la sociedad actual. Y, por ello, los niños crecen y se desarrollan en un contexto histórico en el que pueden estar influenciados por esas variables externas. La prisa del adulto no está alineada con los tiempos infantiles. La reflexión en torno a la felicidad compartida en familia impulsa nuevas respuestas. Una de ellas es el slow parenting, una forma de crianza que gana adeptos. ¡Descubre qué es el slow parenting!
Educar desde la atención plena y la presencia consciente
La crianza slow parenting está más vinculada con la presencia consciente que con la lentitud. Sin embargo, este último concepto adquiere un sentido profundo en un momento como el actual. Vivir al compás del propio ritmo interno marca una transformación personal. Y cuando padres y madres experimentan esa transformación parten desde una nueva perspectiva en la educación y en la crianza.
Sin embargo, los desafíos que afronta cada familia son tan complejos que, en ocasiones, parecen distanciarse del contexto necesario para educar de este modo. Los fines de semana y los periodos de vacaciones se convierten en ese horizonte temporal en el que las familias disponen de una mayor flexibilidad para afrontar la rutina sin prisas.
Descubre qué es el slow parenting: el aburrimiento también es positivo
La mirada de la prisa conduce a una visión del tiempo analizado desde el enfoque de la productividad. La acción y los resultados se consideran lo más importante. Sin embargo, un niño no desperdicia el tiempo cuando se aburre. De hecho, experimenta una conexión verdadera con el presente.
Existen muchas distracciones que pueden proporcionar una ocupación inmediata. Pero el ser humano puede no aprender a conectar consigo mismo si siempre vive pendiente del entorno exterior. Por ello, el slow parenting muestra una nueva mirada de la interioridad.